lunes, 4 de diciembre de 2006

El neodespotísmo

Contrariamente a mis primeras intenciones que eran justamente circunscribir mis comentarios a lo referido estrictamente a Leganés hoy voy a hacerlo sobre Madrid, corte del Gran Faraón y sus procelosos trabajos, sucedió que por azares de esta vida alocada que en mayor o menos medida todos llevamos, vime precisado a hacer una incursión por allí, lo hice a lomos de mi bicicleta con el propósito de ser un poco mas ecológico y de paso hacer algo de ejercicio, no se asusten, ello sucedió en sábado, no está tan loco el firmante de estas líneas como para hacer tamaño ejercicio de inducción al suicidio, cual sería montar en bicicleta por las calles de Madrid en día laborable, dicho sea con el mayor de mis respetos a quienes lo hacen, no lo del suicidio que también, si no a los que con dosis de entusiasmo dignas de todo encomio, pese a todo y a nuestro Faraón, no se arredran y persisten en sus intenciones suicidas, digo ciclistas.

Si amigos si, utilice el posesivo porque aunque ejerzo mi residencia y derecho a voto en la villa de Leganés, como casi todos, soy sufridor de los delirios de Don Alberto y del equipo de aguerridos adalides de la modernidad que le acompañan en su cruzada por poner Madrid como los chorros del oro.

No se me escapa que sus intenciones son excelsas, ni siquiera que todo lo hace por nuestro bien y probablemente, como proféticamente Él nos anunció, me encontraré entre los que cuando finalicen las obras aplaudan a rabiar, ya que he protestado y renegado como el que mas, y a juzgar por sus palabras, la admiración subsiguiente estará en relación directa a las críticas realizadas.

Así las cosas y sentadas estas premisas paso a comentar la cuestión que aquí me ocupa, ¿las obras se hace para los ciudadanos o contra los ciudadanos?, dejo de lado la conveniencia de soterrar la M-30 o cualesquiera sea el propósito de las otras muchas que proliferan por doquier, quiero centrarme en el como se están ejecutando, hablo de la desconsideración al automovilista, al vecino de la zona , al transeúnte de a pie, y a todo perro pichi que ande por sus inmediaciones, parece que los ingenieros y directores de obra hubieran recibido la consigna de concluir la obra a costa de lo que sea y pese a quién pese y en consecuencia ellos animosos se hayan puesto manos a la obra. No hace falta fijar nuestra atención en la gymkhana en la que han transformado las inmediaciones del estadio Vicente Calderón, da igual, mires la obra que mires en todas se aprecia la desconsideración de la que hablo, apropiación del espacio público, pasos provisionales plagados de obstáculos, calzadas con cuatro dedos de barro, aceras cortadas, y un larguísimo etc.

Se que es por nuestro bien, a pesar de que torpes y ciegos de nosotros no nos hayamos dado cuenta aún, (todo se andará), pero sería mucho pedir que alguien, quien sea, pase el recado al Excmo. Sr. Alcalde de que los ciudadanos queremos asistir a sus inauguraciones sin demasiadas taras ni físicas ni psíquicas.